En un giro inesperado dentro de la batalla legal que enfrenta en Estados Unidos, Google reconoció oficialmente que la web abierta atraviesa un “rápido declive”. La admisión aparece en un escrito judicial presentado el pasado 5 de septiembre de 2025, en el marco del caso antimonopolio que estudia si la compañía debe ser obligada a dividir su negocio publicitario.
El documento sostiene que una eventual ruptura del ecosistema publicitario de Google podría “acelerar aún más el deterioro de la web abierta” y perjudicar a miles de editores digitales que dependen de los ingresos generados en este entorno. La frase sorprendió porque marca un contraste evidente con las declaraciones públicas de los ejecutivos de la compañía en los últimos meses.
En mayo, el propio CEO Sundar Pichai había asegurado que Google Search estaba enviando tráfico hacia una mayor diversidad de fuentes periodísticas. Poco después, Nick Fox, vicepresidente senior de la empresa, defendió la idea de que “la web está prosperando” y que las innovaciones en inteligencia artificial no disminuyen la relevancia de los medios digitales.
El nuevo escrito judicial contradice esa narrativa optimista y refleja una visión más cruda: el negocio de la publicidad digital en la web abierta ya no es tan atractivo para los anunciantes. Según Google, cada vez más presupuestos migran hacia otros formatos de mayor crecimiento, como la televisión conectada (CTV) y el retail media, dos canales publicitarios cerrados y más controlados.
Aunque la compañía intentó matizar posteriormente sus palabras, aclarando que se refería al declive de la publicidad en la web abierta y no de la web en general, la afirmación ha encendido las alarmas en la industria mediática. Para muchos editores, el deterioro del tráfico de referencia proveniente de los buscadores ya es una realidad palpable.
Un factor clave detrás de este descenso es el auge de las respuestas generadas por inteligencia artificial dentro del propio buscador. Cada vez más consultas terminan en lo que los analistas llaman zero-click searches, es decir, búsquedas en las que el usuario obtiene la información directamente en la página de resultados sin necesidad de visitar un medio externo. Este fenómeno ha reducido drásticamente el flujo de visitas a los sitios de noticias y portales independientes, lo que impacta directamente en su modelo de negocio.
El periódico británico The Guardian describió la situación como una “crisis existencial” para el periodismo digital, ya que la adopción masiva de tecnologías de IA amenaza con recortar aún más los ingresos de las redacciones. Por su parte, el medio The Week planteó la pregunta con crudeza: “¿Está la inteligencia artificial matando internet?”.
La contradicción entre la versión pública y la que Google ofrece en los tribunales llega en un momento regulatorio crítico. Las autoridades estadounidenses evalúan medidas drásticas que podrían obligar a la empresa a separar sus negocios de búsqueda y publicidad, en un intento de reducir su poder sobre la economía digital global.
Lo que está en juego va más allá de la propia compañía: se trata del futuro mismo de la web abierta como espacio democrático y plural de información. Si la tendencia actual se mantiene, los medios más pequeños podrían enfrentar aún más dificultades para sobrevivir, en un entorno dominado por plataformas cerradas, algoritmos de IA y grandes conglomerados tecnológicos.
Mientras tanto, los reguladores deberán decidir si la estrategia de Google ha contribuido al debilitamiento de la web abierta o si, como sostiene la empresa, la tendencia responde a un cambio inevitable en el ecosistema publicitario global.
Lo cierto es que, más allá de matices legales o comunicacionales, el reconocimiento de Google marca un hito: el gigante tecnológico admite por primera vez, de manera explícita, que el modelo de la web abierta está perdiendo fuerza a gran velocidad.